jueves, 31 de julio de 2014

EL MITO DEL ALCAZAR





Milicianas republicanas durante el
asedio al Alcázar de Toledo.
Desde el mismo día en que comenzó el asedio del Alcázar de Toledo por las milicias republicanas, iniciado solo unos días después del levantamiento del 18 de julio, las tropas rebeldes comenzaron a tejer una mentira sobre los hechos, una mentira que finalmente se convirtió en leyenda cuya alimentación y difusión se extendió en el tiempo. El propio Alcázar una vez reconstruido fue convertido en un arma propagandística para el Régimen, una exaltación de la heroicidad de las tropas sublevadas junto con la habitual criminalización de los combatientes republicanos, un lugar donde se mostraban al público visitante las calamidades sufridas por sus defensores con dramatización del asunto de Moscardó y su hijo incluida. En pleno asedio se fundó por el comandante de Infantería Víctor Martínez Simancas el periódico "El Alcázar" órgano de propaganda del franquismo. En 1975, el periódico fue adquirido por la "Confederación Nacional de Hermandades de Excombatientes" y, tras la muerte de Francisco Franco, se convirtió en el medio de expresión del llamado Bunker, el grupo de dirigentes, militares y ex-militares franquistas opuestos a la transición a la democracia. Entre 1977 y 1981 El Alcázar publicó artículos del "Colectivo Almendros" entre los que no faltaban las arengas en favor de un golpe de Estado. En aquella época el director del diario era Antonio Izquierdo, que tras la disolución de Fuerza Nueva empleó el diario para promocionar el partido Juntas Españolas hasta su cierre en 1988.

Herbert R.Southworth, en su obra "El mito de la Cruzada de Franco", publicada en 1963 por la clandestina editorial "El Ruedo Ibérico" desmonta la versión franquista. Un libro que provocó que Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo con Franco creara el "Gabinete de Estudios sobre Historia -Sección de Estudios sobre la Guerra de España"- bajo la dirección de Ricardo de la Cierva con la función declarada de establecer un servicio de contrainformación que detuviese la nueva perspectiva de la historia sobre la guerra civil española.

La leyenda del Alcazar: Una maniobra de propaganda

Autor : Herbert R.Southworth

La historia del Alcázar es, desde sus inicios, como ya lo hemos visto, una falacia. El papel de los cadetes, que eran pocos y no se distinguieron durante la defensa, fue exagerado notablemente. La leyenda forjada en torno a la muerte de Luis Moscardó no tenía ninguna base real e incluso si existió la llamada telefónica - con palabras menos dramáticas - el artificioso relato de los rebeldes no es cierto, porque la ejecución de Luis Moscardó no guarda ninguna relación con la llamada telefónica en cuestión.

(1) La "novelada" versión franquista de la conversación telefónica es la siguiente:
Cándido Cabello (socialista y jefe de milicias de Toledo, hablando por teléfono al coronel Moscardó): Son Uds. responsables de los crímenes y de todo lo que está ocurriendo en Toledo, y le doy un plazo de diez minutos para que rinda el Alcázar, y de no hacerlo fusilaré a su hijo Luis que lo tengo aquí a mi lado. 
Coronel Moscardó: ¡Lo creo!
Jefe de milicias: Y para que veas que es verdad, ahora se pone al aparato.
Luis Moscardó Guzmán: ¡Papá!
Coronel Moscardó: ¿Qué hay, hijo mío?
Luis Moscardó Guzmán: Nada, que dicen que me van a fusilar si el Alcázar no se rinde, pero no te preocupes por mí.
Coronel Moscardó: Si es cierto encomienda tu alma a Dios, da un viva a Cristo Rey y a España y serás un héroe que muere por ella. ¡Adiós, hijo mío, un beso muy fuerte!
Luis Moscardó Guzmán: ¡Adiós, papá, un beso muy fuerte!
Vuelve a coger el aparato Cándido Cabello.
Coronel Moscardó: Puede ahorrarse el plazo que me ha dado y fusilar a mi hijo, el Alcázar no se rendirá jamás.
La edad del fusilado se falseaba cuidadosamente y Moscardó, lejos de ser el héroe irreprochable presentado por la fantasía franquista , era un veterano brutal que no solo había llevado a la fortaleza a mujeres en condición de rehenes, sino que no consintió que las mujeres y los niños, parientes de los ocupantes del Alcázar, abandonases la fortaleza, ni siquiera con protección diplomática internacional. Pero incluso sin tener en cuenta estos defectos primordiales, la historia de la resistencia del Alcázar ha sido burdamente abultada.

Aznar, en su "Historia Militar de la Guerra de España" (1958), comienza su exposición de cincuenta páginas sobre la defensa del Alcázar con estas palabras:
"Lector: vamos a entrar en un recinto sacratisimo, no solo para los españoles, sino para todo hombre civilizado.La pluma tiembla y el ánimo vacila antes de iniciar los relatos del fabuloso heroísmo y de la universal hazaña que entre los muros del Alcázar tuvieron su escenario".
Pero si Manuel Aznar sujetase mejor su temblorosa pluma y mirase con atención lo sucedido durante el asedio, vería que no pasó nada extraordinario en el Alcázar, teniendo en cuenta que se trataba de una guerra. El coronel rebelde Moscardó, con un fuerte contingente de guardias civiles y otros fornidos hombres, fue derrotado por el pueblo de Toledo y se retiró tras los muros protectores del Alcázar. Los sitiados no creían que el asedio fuese a durar mucho. Moscardó dijo más tarde a Gómez Oliveros:
"Yo no pensaba si la defensa sería larga o corta, porque suponía rápido, cosa de días, el camino de las tropas desde el Estrecho hasta Madrid"
Los que fueron voluntariamente al Alcázar creyeron, como muchos otros rebeldes, que el pronunciamiento triunfaría en muy pocos días. Pero la lucha se prolongó durante semanas y semanas. Los hombres que luchaban en el interior del Alcázar estaban mejor protegidos que la mayoría de los que combatían en el resto de España. Eran soldados profesionales en una sólida fortaleza asediada por soldados inexpertos. Si las condiciones se hubiesen invertido se habría podido hablar de heroísmo con mayor motivo. Quedaba, por supuesto, el problema de la incomodidad y de falta de alimentos; pero, como dijo Moscardó:
"En el Alcázar nadie murió de hambre" 
El agua potable no llegó a faltar. Hubo ciertamente más muertos entre los sitiadores que entre los defensores. Las bajas del Alcázar se exageraban con frecuencia de cara a la galería. Eleonora Tennant escribió:
"De los mil cien combatientes, el cincuenta y cuatro por ciento fueron muertos, heridos o enterrados bajo los escombros" 
esto es más dramático que decir sencillamente que ochenta y dos combatientes de los mil cien murieron durante el asedio. Veasé Vilanova Fuentes. Cree que las personas que resistieron en el interior de la fortaleza estuvieron mejor alimentadas que la población obrera de Madrid en 1946.

Entonces ¿por qué toda esta fanfarronada? La explicación es sencilla. La liberación de Toledo le costó a Franco, con toda probabilidad, la conquista inmediata de Madrid. Naturalmente se puede argüir que las tropas africanas estaban demasiado cansadas para atacar Madrid sin el descanso ganado en la maniobra de diversión de Toledo. Asimismo Jellinek describe bien la desorganización que reinaba en Toledo durante el asedio. Era necesario defender esa maniobra en falso. En aquellos momentos Franco estaba perdiendo la batalla de la opinión pública internacional. Las noticias de la matanza de Badajoz y otras crueldades perpetradas por el ejercito de África no daban buena publicidad. La historia del asedio, la juventud de los cadetes, el sufrimiento de las mujeres y los niños, el sacrificio paternal de Moscardó, todo ello representaba un buen material propagandístico para los periódicos de todo el mundo.

Pero Herbert L.Matthews y los demás amigos de la República pueden dejar de lado la historia del asedio del Alcázar. Aunque fuese cierta, ¿que importancia podría tener?  ¿Que demostraba? ¿Que había en el Alcázar hombres valientes? El obrero inexperto, pobremente armado de Madrid - que le plantó cara al Tercio delante de Madrid - era un hombre más valiente que Moscardó, bien seguro en los sótanos del Alcázar. El mayor peligro consistió en la explosión de minas bajo la fortaleza, la mañana del 18 de septiembre, pero Moscardó intuía sin duda que estaba a punto de recibir ayuda del Ejército de África. No fue el Alcázar, sino como escribió el poeta Alberti, Madrid la "capital de la gloria" .

La maniobra propagandística del Alcázar fue y no es más que un esfuerzo para desviar la atención de la opinión de las acciones realmente importantes por las que la historia juzgará sin piedad a los generales que, utilizando sus maneras clásicas e irreflexivas, desencadenaron sobre España una oleada de terror que luego ya no pudieron controlar.


Benito Sacaluga.

(1) Texto de la conversación no incluido en el análisis de Herbert R. Southworth.


lunes, 28 de julio de 2014

LA EXPLOSIÓN DEL "JAIME I" SEGÚN BENAVIDES




Numerosos son los artículos ya publicados en este blog sobre la explosión que acabó el 17 de junio de 1937 con el acorazado "Jaime I", amarrado en Cartagena, se han tenido en cuenta relatos y opiniones de diferentes autores, entre ellos la versión de D. Bruno Alonso, Comisario General de la Flota y testigo presencial desde el crucero "Libertad" y la del reconocido historiador D.Pedro Mª. Egea Bruno. Una explosión que aún hoy en día sigue arrojando incógnitas en cuanto a su autoria y sobre sus causas. No podía faltar la versión de Manuel D. Benavides, incluida en su gran libro "La Escuadra la mandan los cabos" (1), y por tanto procedo a transcribirla a continuación.


Acorazado "Jaime I"
Tenerife. Primaveras de 1936



LA EXPLOSIÓN DEL "JAIME I"


Parece como si la República se hubiera confabulado para que no actuase el "Jaime" con su excelente artillería de 305/50. El pretexto de que andaba poco y se hallaba expuesto a ser torpedeado era fútil, ya que podían flanquearlo los destructores.
Días antes de la explosión, apareció en el Arsenal un repuesto de tuberías, las que el acorazado necesitaba para mejorar su andar. Ubieta había mandado traerlas del Norte. El espionaje se anticipó a que las tuberías se montasen.
Con el "Jaime I", la Escuadra podía ir a todas partes. El acorazado era invulnerable a las bombas de aviación que se empleaban en nuestra guerra y su superioridad sobre los barcos facciosos, aplastante. En el bombardeo de Ceuta había desmontado las baterías de la plaza rebelde. Su bombardeo de Algeciras despobló la ciudad e hizo posible un desembarco, sugerido por la dotación a Madrid... Y en los cuatro primeros meses de campaña naval, hundió el "Dato" y patrulló el Estrecho sin que se le opusiera enemigo. Al sobrevenir la explosión estaba en estudio un proyecto para dotarlo de artillería antiaérea.
El comisario del "Jaime" nombrado por Bruno, Pradal, diputado socialista por Almería, buena persona, no conocía su oficio y no existió como comisario. Él y la dotación se ignoraban. El "Jaime" se envío a Almería de batería flotante, después de la pérdida de Málaga. Estaba bien mandarlo a Almeria. Pero el acorazado debió volver a Cartagena a limpiar fondos, aunque tuviese que esperar a que el "Cervantes" abandonara el dique. El "Jaime" necesitaba asimismo arreglar calderas. Se le retuvo en Almería y los ataques de la aviación rebelde se multiplicaron. 
Al volver con la Escuadra de bombardear la costa de Motril a Almuñecar y las fábricas de Salobreña, conducido por un mal práctico, varó en Punta Entinas. Durante el mes de mayo la violencia de los ataques aéreos aumentó: el 21, el acorazado sufrió tres bombardeos, que empezaron a las siete y cuarto de la mañana; en el segundo le colocaron tres bombas, dos en cubierta y la tercera rozó la amura de babor y explotó en el agua; la explosión causó 20 heridos, una brecha de 20 metros y un incendio pronto sofocado. El 22 de mayo los ataques fueron dos y de noche; el 23, tres ataques de noche; el 24 otros dos...El disgusto de la marinería era grande porque los dos comandantes y el comisario no dormían a bordo.
Alcanzado varias veces, el "Jaime" se trasladó a Cartagena, Las averías no eran de consideración. Se comenzaron las obras de los arreglos. El Arsenal ordenó descargar las municiones de los pañoles de pólvora y proyectiles. Debían haberse descargado primero los pañoles más peligrosos, los de pólvoras; se dio preferencia a los de proyectiles, y en lugar de adelantar la descarga de los pañoles de pólvora del centro, se empezó a descargar por los extremos.
Ejercían los mandos, el faccioso camuflado Francisco Benavente y su segundo, el tercer maquinista José Morales, hombre débil asustado por la F.A.I. Ninguno de los dos se encontraban en su puesto al ocurrir la catástrofe. Benavente se había ausentado de Cartagena. La descarga se hizo lentamente, mientras se daba clase en las torres, en contacto con los pañoles abiertos, a los marineros que aspiraban a ser cabos. Figuraba en la dotación un cabo electricista, de las promociones hechas por Ángel Cervera, tipo meloso, de un catolicismo infrahumano. Pertenecía a la Orden de la Misericordia. El oficial de cargo de artillería, de dudosa significación y el comandante lo trataban con deferencia. El cabo de la Orden de la Misericordia no sabía reír. Hacía "¿Je,je!", nunca se rió "¡Ja,ja!". Sus opiniones coincidían con las de las persona con que hablaba; él no solía opinar. Tenía manos de usurero de sacristía y manejaba los alambres como si fueran cuerdas de su propio cuerpo. El cabo electricista tampoco se encontraba a bordo el 17 de junio de 1937.
A las tres y cuarto de la tarde se produjo la explosión en las torres de babor de 305; se desprendieron tres cubiertas, colgó de un lado la chimenea y voló la parte alta del caparacho blindado de la torre.
Los marineros huyeron de cubierta al grito de "¡Aviones!" y se refugiaron en el interior del buque, donde perecieron abrasados. Se pararon los relojes y una ola de fuego recorrió el barco de proa a popa. Se alzaron en el aire hombres despellejados, con brazos y piernas convertidos en antorchas. Lanchas y marineros fueron despedidos a grandes distancias. Con el cuerpo y las ropas en jirones, se vieron aparecer sobre las planchas de acero retorcidas, figuras espantables, con fuentecillas de sangre brotándoles de los dedos. El "¡ouh!" de los alaridos se oyó cuando, al roce del agua, las quemaduras de los que cayeron al mar despertaron el dolor. Agarrados a las cadenas de las anclas se arracimaban los heridos....Trescientos muertos.
La Escuadra maniobró para evitar los riesgos de nuevas explosiones, y antes de que el fuego se corriera a los pañoles de otras torres, se abrieron las válvulas de inundación. 
El ministro llegó en avión a Cartagena. Visitó el hospital. Lloró. Se nombraron jueces, que designaron perito al director de la Constructora Naval, Esteban Calderón, teniente coronel de Artillería de la Armada. Interrumpióse el viaje del "Jaime" al fondo del mar, se le achicó el agua y el perito entró en el barco para reconocerlo.

Estas fueron las conclusiones:
a) La explosión podía atribuirse a una combustión espontanea de las pólvoras. Se desechó la hipótesis porque, periódicamente, se estudiaba el estado de las pólvoras y del cotejo de estos estudios resultaba que las pólvoras se hallaban en buen estado.
b) La explosión podía atribuirse a una elevación súbita de la temperatura. También se desechó esa hipótesis, porque se llevaba registro de las temperaturas que no indicaba anormalidad.
c) La explosión podía atribuirse a que, como se trabajaba con soplete en el barco, los sopletes se hubieran puesto en contacto con el pañol. Pero los sopletes trabajaban en cubierta aislados con sacos de arena.
Quedaban otras dos hipótesis: imprudencia o sabotaje. La explosión había sido incompleta; el pañol de proyectiles no voló. La onda explosiva dirigióse hacia arriba y hacia los lados y encontró su salida por la chimenea, parte débil, tras de destruir las calderas.
¿Donde se ocultaba el saboteador?
El ex subsecretario Benjamín Balboa también hizo una información. Balboa acudió al hospital. Los heridos le preguntaron: ¿Cree usted que el "Jaime" se salvará?. El marinero Carneiro Camino, que nadó hasta el "Libertad", al ser recogido a bordo preguntó: ¿Y como está el barco?, y comenzó su agonía, que terminó aquella noche. Con las orejas comidas por el fuego, el cabo Rogelio Souto, de los que rescataron el acorazado en julio, pedía desde la cama que lo incorporasen a otro buque. Los marineros de julio no se cuidaban de sus heridas sino de si el barco se salvaría. Es lo que preguntaron los moribundos antes de morirse.
El jefe de la Base de Cartagena, Valentín Fuentes, invitó a comer a Balboa:
-Lo lamento mucho- le dijo- tienes que marcharte en un plazo de 24 horas. Acato ordenes superiores.
Desmontados los cañones del 10, se artilló con ellos a los guardacostas de la Flotilla de Vigilancia y Defensa Antisubmarina de Cataluña y a otros barcos auxiliares. Los de gran alcance no se emplazaron, dos se enviaron a Sagunto. El desmontaje se hizo rápidamente. El ejército reclamaba artillería; se puso a su disposición la del "Jaime" y los cañones no llegaron a utilizarse ni tampoco se montaron en la costa, aunque sobró tiempo. Las costas carecían de artillería para combatir los bombardeos de los cruceros "Canarias" y "Baleares".
El cabo electricista de la Orden de la Misericordia, que al reírse hacia "¡Je,je!" y nunca "¡Ja,ja!", lo veremos reaparecer a bordo del "Méndez Núñez" en el combate del Cabo de Palos.
Desguazado el "Jaime", Franco lo entregó a los italianos a cuenta de sus deudas con ellos. 

********************* 


Mi opinión sobre las causas de la explosión, ya razonada y reiterada en varios artículos anteriores, es que la misma fue un acto más de sabotaje, de los muchos que se llevaron a cabo en la Flota, a manos del gran número de infiltrados facciosos que en ella había desde el comienzo de la guerra.



Benito Sacaluga.





(1) Publicado junto con "El último pirata del mediterráneo". Edicios Do Castro. (ISBN:84-7492-774-9).  4ª edición 2005.