sábado, 2 de agosto de 2014

LA REORGANIZACIÓN DE LA FLOTA REPUBLICANA




Crucero "Libertad" Buque insignia de la Flota Republicana
El primer jefe de la Flota, Fernando Navarro, y el primer comandante del "Cervantes", Federico Monreal, nombrados por el ministro de marina, fracasaron en su misión. La naturaleza de la guerra, su doble carácter político y revolucionario, requerían de un "saber hacer" y unas dotes psicológicas de que carecían los dos marinos, notables en cuanto a la lealtad y a sus capacidades técnicas. El marinero, el barco y la ordenanza habían roto tradiciones, habían perdido el anónimo, se habían incorporado a la desbordada y fertilizante corriente popular y habían ganado una personalidad nueva.

Los marineros querían y aspiraban a algo distinto de lo que se les ofreció. No les satisfacían los métodos ni las palabras de los barcos-escuela. Necesitaban un lenguaje verdadero que les devolviera la confianza perdida en los jefes y se los transparentase de tal forma que la reincidencia en la traición no fuese de temer. Que alguien, por ejemplo, les dijera: 
"No hay Marina posible sin disciplina. La disciplina no puede ser más que una. La que vosotros habéis conocido, no era disciplina sino arbitrariedad. No era disciplina que un oficial beodo abrazase a los marineros y los abofeteara si le dolía la tripa. La disciploina es una lección de todos los momentos que empieza por imponerse al propio mando"
Dicho esto, debía preverse que el anarquista impermeable se resistiera y protestase, obstinado en su autoritarismo que pretende hacer hermanos de los ángeles a los "asesinos virtuosos", hasta que la experiencia, como luego lo demostró, y la comprensión de algunos de sus líderes les grabaran en el meollo esas verdades.

Fernando Navarro, que tras su aventura en el aeródromo de San Javier se encargó del mando del "Ferrandiz", no supo, al encomendarsele la dirección superior de la Flota, ver el cambio impresionante de las dotaciones ni se explicó sus recelos hacia unos jefes que no las ayudaron a sofocar la rebelión. Moralmente quebrantado porque un hermano suyo, sospechoso de fascismo, se hallaba detenido -aunque por consideración a él no se le castigó-, Navarro no parecía el hombre indicado para reorganizar las fuerzas navales y mandarlas en aquellos días consternadores y enigmáticos.

Tampoco atinó Federico Monreal. Empleó palabras equivocadas al entrar en el "Cervantes": 
"Nosotros los militares -dijo a la dotación formada en la toldilla-, cualquiera que sea el régimen de España, hemos de gritar: ¡Viva España!"
Con ser tan entrañable el víctor, el enemigo , ladrón de vivas, nos había robado ese viva. Monreal, tan patriota y valiente, no lo entendió y por no entenderlo, la marinería comenzó a vigilarlo.

Miguel Buiza sustituyó a Navarro. En el "Jaime", siguiendo la sucesión de mandos dentro de los Cuerpos, la dotación había nombrado comandante a Salvador Corral, oficial 3º de auxiliares navales. Herido Corral en el bombardeo de Málaga, diose el mando a Carlos Esteban. Para mandar el "Cervantes" se designo a Luis Ubieta. De ceño cerrado , la talla morena, fácil al consejo y difícil a la complacencia verbal, Luis Ubieta tenía el tipo y la expresión que convenían en el año 1936. No vacilaba, por ejemplo, en ayudar al cabo de tiro Sardina a cargar los cañones antiaéreos sin merma de su autoridad. Sus ojos se hacían fríos y duros en la acción y su voz ruda y terminante. Al andar, sus espaldas encorvadas y poderosas se ensanchaban como si se dispusieran a sostener el peso de la Flota.

Varios marinos monárquicos intentaron ganarse a Ubieta para su causa, él se negó. Tras la reunión en la que expresó su negativa, cuando iba a subir a su coche una bala de revolver perforó la portezuela. Regresó al barco. Los rebeldes se habían llevado una de las avionetas, que fue a parar a Valencia. Las milicias detuvieron a sus tripulantes, emisarios del aeródromo de San Javier para ponerse en relación con el general Gonzalez Carrasco , encargado de sublevar la guarnición valenciana y huido cuando la policía le pisaba los talones. El 19 de julio, lo nombraron comandante del "José Luis Diez", con orden de zarpar para Alicante, donde las tropas estaban acuarteladas. Mandaba la plaza el general Aldave, no mal hombre, corrompido por el espíritu del Cuerpo y su concepto del compañerismo militar.

El general ni sacó las tropas a la calle ni tampoco quiso enfrentarse con los insurrectos. Ubieta puso término al acuartelamiento con este oficio dirigido al coronel:

"Si no se entregan, el destructor los bombardeará a ustedes"

De Alicante, el " José Luis Diez" pasó a Valencia, pasa salir con armamento hacia Málaga. En esta ciudad, Ubieta recibió el mando del crucero "Miguel de Cervantes". Vicente Ramirez, que ejercía el mando de los submarinos, tomó el mando de la flotilla de destructores y puso su insignia en el "José Luis Diez".

Decapitada la Marina, su reorganización afectó a todos los servicios. En el desbarajuste de los primeros días, los nombramientos, a veces, se hicieron, no por el ministro, sino por los marinos, aunque el ministro los refrendaba. El origen de algunos mandos es una incógnita que todavía sigue sin despejar. Probablemente, no había manera de hacerlo mejor. Ha de estimarse, pues, la iniciativa de los jefes que se apresuraron a satisfacer aquella urgente necesidad. Por desgracia, no todas las designaciones recayeron en marinos de confianza, aun cuando cabe la excusa de que las dificultades del momento aconsejaban aceptar la lealtad de los dudosos, siempre que se les sometiera a vigilancia.

La Marina se había quedado sin estado Mayor. En el Ministerio se creó una jefatura de operaciones que se encomendó a Pedro Prados. El E.M. con la función que le es propia, la autoridad que le es debida y su característica misión, no se organizó hasta el regreso de la escuadra de su desventurado viaje al Norte. En el curso del mismo, el Almirante nombró jefe de E.M. de la Flota a su amigo Junquera supernumerario del Cuerpo general y agente de bolsa, que se encontraba en Madrid un poco apurado y en peligro de que lo metieran en la cárcel.

Se recrearon las tres secciones -Operaciones, Información y Organización- de que siempre había constado el E.M. Más tarde diose vida al E.M.C. de Marina en el Ministerio, y Luis Ubieta desembarcó del "Cervantes", que se hallaba en reparación, para ser su jefe, cargo que desempeñaron después Valentin Fuentes, Pedro Prado, Miguel Buiza y Julian Sánchez Erostarbe. Junquera continuó de jefe del E.M. de la flota. Lo sustituyó Horacio Pérez, fusilado al terminarse la guerra por los traidores, que también habían fusilado en Cádiz a su hermano Virgilio. José Nuñez fue el último jefe y como tal iba en la Flota en su viaje a Bizerta en busca del exilio.

Benito Sacaluga.


Fuente: Extractado de "La Escuadra la mandan los Cabos" de M.D.Benavides.

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