jueves, 13 de noviembre de 2014

CARTAGENA Y LA FALANGE




Escuelas Graduadas C/ Gisbert. Cartagena
Cartagena, la que fue el último bastión republicano, Base de la Flota Republicana, inexpugnable por mar gracias a sus potentes baterías de costa, cae en manos rebeldes en marzo de 1939. Días después Franco emite su último parte de guerra y  da comienzo en España una dictadura que se prolongaría hasta después de su muerte en 1975. 

Cuando Cartagena fue oficialmente ocupada, ya estaba organizada la maquinaria jurídica franquista para controlar la situación: a los tres juzgados militares permanentes que se ubicaron en las Escuelas Graduadas de la calle Gisbert se sumaron los establecidos por la autoridades de Marina, que además de un Consejo de Guerra Permanente, llegaron a dar vida a 57 juzgados instructores a las tres semanas de la ocupación.

Nada más que las tropas franquistas ocuparon la Base Naval, los cuarteles, las baterías costeras, la ciudad plena… dio comienzo una represión que alcanzó a todas las capas de la sociedad cartagenera y que se prolongaría con toda crudeza hasta 1945. La Falange, ya había puesto sus pies en Cartagena en 1933, aunque de forma meramente testimonial, estableciendo en 1935 su “cuartel” en el callejón de Bretau y colaborando en las elecciones generales de 1936 con arreglo a las consignas recibidas de protección y vigilancia. Después del triunfo electoral del Frente Popular las acciones de Falange se centraron principalmente en la provocación y la obstrucción contrarrevolucionaria. Meses más tarde sirvieron de enlace con elementos militares para la preparación de la rebelión militar del 18 de julio de 1936.

Inmediatamente al fin de la guerra Falange comienza a hacer uso del poder que Franco les otorga y dan comienzo a la difusión de su credo y de su himno. El mismo 30 de marzo de 1939, requerirán el concurso de la mujer cartagenera para constituir una Sección Femenina que acabó siendo presidida por Amelia Portela. El 10 de abril, previa reunión de un corto número de estudiantes, procederían a la reorganización del SEU (1) y, 72 horas más tarde, llamarán a un no menos precipitado alistamiento en las organizaciones juveniles. En este sentido se dio uno de los casos más descalificadores de afiliación: El encuadramiento forzoso de todos los niños asilados en la casa de la Misericordia. Gómez Meroño, el promotor de la idea, correría al efecto con todos los gastos de uniforme e insignias. También en un tiempo récord abrieron las inscripciones para la CNS, por entonces domiciliada en la calle Muralla del Mar. Si bien, de momento, tan solo era obligatoria para los afiliados a FET y de las JONS, finalmente la directiva de la extinta Renovación Española (2) citó a sus antiguos militantes para su ingreso inmediato en la Falange.

La respuesta obtenida no tardó en desbordar los cauces oficiales: 
se recuerda –señalará cierta nota oficial – que está prohibido a los particulares y al comercio la venta de camisas azules y boinas rojas que solo podrán facilitarse por la intendencia de FET y de las JONS. La Jefatura Provincial recuerda la orden dada por ella referente al suso del uniforme que está prohibido usarlo a todo aquel que no vaya acompañado del carnet de la organización…” 
Con todo, la abultada presencia de elementos uniformados no debió disminuir de forma ostensible. Meses más tarde la Jefatura Local de la Falange volvería de nuevo sobre este punto: 
“Si en los primeros tiempos de la liberación de esta ciudad, pudo tolerarse el uso de nuestra camisa azul, por quienes no perteneciendo a nuestro Movimiento, querían con ello demostrar el entusiasmo con que se adherían a nuestra causa, es llegado el momento de que esta tolerancia acabe. Por lo tanto queda absolutamente prohibido el uso de cualquier distintivo de nuestra organización a toda persona ajena a la misma, en el bien entendido de que se procederá judicialmente contra quien contravenga esta orden…”. 
Del mismo modo, se consideró necesario restringir el uso diario del uniforme de los propios afiliados. Este privilegio quedaría reservado para las jerarquías, los que se encontrasen de servicio y los que tuviesen que presentarse a los superiores. Los demás solo podrían lucirlo en los actos públicos del partido.

Junto con la exhibición de tan particulares prendas, Falange también contribuiría a la militarización de la vida ciudadana con la serie de misiones que le fueron encomendadas. Entre aquellas se destacaba un servicio de vigilancia en la calle, función atribuida desde los primeros momentos a sus milicias, mandadas a la sazón por el comandante Camilo González y el capitán de Intendencia de Marina Luis Ciga.  Esta situación tan solo se alivió algún tanto cuando, a comienzos de agosto de 1939, se les obligó a entregar las armas. Con ello, se recualificaban como vanguardia defensiva de los intereses de la clase burguesa, no obstante sus cada vez menos frecuentes desfogues teóricos: 
“…Muchos dicen: Ya están aquí los míos, porque ellos siempre fueron de derechas y se creen que en esta guerra han triunfado las derechas. Con esta presunción se creen con derecho a despedir injustamente a sus obreros, a elevar los alquileres de las casas, a seguir negociando suciamente y ruinmente. ¡Que engañados están los que así hablan y obran! ¿No se han dado cuenta todavía de que la sangre de la juventud no se derramó para que ellos vuelvan a sus antiguas rapacidades?... 
Finalmente, en este proceso tendente a transformar la ciudad en un campamento militar, también es preciso tener en cuenta un hecho hasta ahora poco conocido. Llegada la liberación se procedió al armamento de la población civil. Dependiente del Cuerpo General de Policía, se proveyó a determinados individuos de cierto documento para la práctica de servicios especiales. Este cuerpo de somatenes estuvo en vigor hasta mediados de 1941, cuando se decretó su disolución.

Toda esta dinámica acabó por reflejarse en la vida cotidiana de la localidad. Los cartageneros pudieron asistir, entre atónitos y estoicos, al nacimiento de toda una nueva rotulación inequívoca. Desde la cafetería Germanía al cinema Alcázar, pasando por la academia Amanecer. Por cierto que en este último centro impartiría clases María Cegarra Salcedo. Del mismo modo, los anuncios comerciales aparecidos por entonces en las páginas de los diarios locales ofrecían una composición harto sintomática: 
“J.Segura. Comisionista de Aduanas-Consignatario. Cartagena. Saluda emocionado a sus clientes y al comercio de Cartagena, liberados por la Victoria del Caudillo con el triunfo del Glorioso Ejército Nacional ¡Arriba España!! ¡Viva Franco!"

El siguiente paso fue el restablecimiento de las funciones religiosas católicas. En 1943 la cartagenera Cofradía California nombra hermano mayor de honor al general Franco.



Benito Sacaluga.


Fuente: Extractado de "La represión franquista en Cartagena (1939-1945). Autor Pedro María Egea Bruno. Depósito Legal: MU-1994-2010. Editado por Memoria Histórica de Cartagena.




(1) Sindicato Español Universitario (SEU) es una organización sindical estudiantil de carácter corporativista, similar a las vinculadas a los partidos fascistas en Italia y Rumania, creado durante la Segunda República Española por Falange impulsada por su líder, José Antonio Primo de Rivera, proclamando desde un primer momento su carácter violento, nace con el objetivo de "aplastar" a la entonces mayoritaria Federación Universitaria Escolar (FUE) e introducir la propaganda de Falange en la Universidad.

(2) Partido politico español de ideología monárquica y de derechas vinculado a Falange desde 1933. Ligado con la asociación derechista Unión Militar Española (UME), jugó un importante papel en la planificación del Golpe de Estado que llevaría a la Guerra Civil. Fueron diputados en las Cortes sus militantes  José Calvo Sotelo, Ramiro de Maeztu, Antonio Goicoechea, el Conde de Vallellano, Francisco Roa de la Vega y Andrés Rebuelta Melgarejo. Desapareció tras la aprobación del decreto de Unificación y la formación de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS)




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